Sabemos que la enseñanza de una disciplina pone en juego muchos aspectos, variables e interrogantes que muchas veces no pueden ser solucionados en base a toda la teoría que circula por las instituciones educativas, sino que son resueltas, de alguna manera, en el día a día, en las aulas, en base a la experiencia.
En los últimos años, hemos tenido que incorporar nuevas teorías y nuevos recursos a nuestras propuestas pedagógicas porque el mundo actual nos exige que la educación esté a la vanguardia de las necesidades y de los acontecimientos sociales. Estos cambios deberían darnos también el espacio para pensar en nuestro quehacer cotidiano dentro de las aulas, para reformularlo, reinventarlo. Hoy, el contexto que rodea las aulas, el contexto mundial, nos pone en la situación urgente de repensarnos.

Podemos pensar en cuestiones generales y plantearnos preguntas como:

Pero estos interrogantes se tiñen de otro color cuando pensamos en la realidad que nos toca vivir hoy y debemos agregar otros para que todo este trabajo tenga sentido, ya que la incertidumbre del mañana nos quita la posibilidad de pensar con la estructura mental-anual con la que venimos entrenados. Debemos, en este desconocimiento del porvenir, anticiparnos. Para esto, lo único posible y factible, es realizar nuestras propuestas pedagógicas didácticas con el mayor sentido posible, y con el mayor seguimiento y continuidad que se pueda. Hoy, la progresión de mi planificación no debería ocupar el primer lugar de nuestras preocupaciones, pero sí lo debería ser la continuidad de nuestros contenidos, con la seguridad fehaciente de que fueron apropiados por los alumnos, y que para esto no sea necesario pensar únicamente en el momento de una evaluación escrita e individual, no porque no sea útil, sino porque no existirá en lo inmediato.
Entonces, es momento de pensarnos:
Las propuestas de mi disciplina, ¿presentan un hilo conductor? ¿tengo en cuenta la continuidad entre ellas? ¿Se parte de lo conocido para adentrarme en lo nuevo? Eso nuevo, ¿es posible que los alumnos lo aprendan en este contexto?
Las consignas, ¿son lo suficientemente claras? ¿Les dedico un apartado para cada una de ellas para la mejor comprensión? ¿Tengo en cuenta la falta de la oralidad en esas explicaciones? ¿Por qué no hacer uso de la oralidad en la escritura (pausas – conectores orales – etc.)?
Los materiales/recursos en los que se basan mis propuestas: ¿Son claros? ¿Incorporo nuevos recursos disponibles en la web, dando espacio a otros y sin priorizar los manuales escolares? ¿Sería conveniente que alguno de ellos vaya acompañado por explicaciones escritas o redes elaboradas por nosotros?
Al momento de realizar las devoluciones: ¿Cómo las realizo? ¿Tengo presente mis propósitos primarios? ¿Obtengo respuestas de mis alumnos de las devoluciones/reflexiones que les envío (en el sentido de retroalimentación)? ¿Considero que este proceso de retroalimentación es la evaluación propiamente dicha?

Sabemos que el diseño curricular es Prescriptivo. ¿Qué significa en la práctica esta característica? ¿Cuál es mi postura frente a esto?
Debemos tomar decisiones previas, anticiparnos, ¿Qué variables se ponen en juego? ¿Qué lugar podría ocupar “la pregunta” en mis prácticas? ¿De qué manera podría valorar si esas decisiones fueron las adecuadas? En esas decisiones, ¿tendría en cuenta mis propósitos? ¿Qué pasaría con los intereses de los alumnos?
“Una buena práctica” ¿Para quién? ¿Qué sería? ¿Quién define lo que es una buena práctica? ¿En base a qué parámetros?
Enseñar “…” : ¿cuál es el sentido? ¿Qué significa enseñar esta disciplina?

Hoy la sociedad necesita de una escuela más despierta y más atenta a las necesidades de nuestros niños y adolescentes, más dispuesta a generar cambios en un momento de quietud total.
Nuestros alumnos están aprendiendo de una manera tan distinta a la que creíamos como la más indicada, que se nos escapa que ellos están reconociendo – se y desarrollando capacidades. Están aprendiendo solos (aprendizaje autónomo) más allá de nuestra guía, resuelven complicaciones tales como: cómo subir un archivo a un drive o participar en un classroom por primera vez, o cómo comprender una consigna o un texto (resolución de problemas); buscan y reconocen otras formas de comunicarse sea oral o escrita, sea con compañeros y/o docentes (comunicación y expresión); logran discernir con ellos mismos o con sus compañeros sobre las distintas formas de acceder al conocimiento (pensamiento crítico); entre pares, logran acompañarse, comunicarse, colaboran cuando surgen inquietudes o dudas, atienden las dificultades de sus compañeros (trabajo colaborativo – ciudadanía democrática). Esto es sólo por mencionar algunas de las situaciones que no logramos ver, pero que suceden en la soledad de la pantalla o de la casa de cada alumno.
Después de todo, este tiempo nos permite seguir creciendo, nos permite seguir aprendiendo.

Laura Sinisi
Profesora de lengua y literatura.
ISFD N°16 – Saladillo – Buenos Aires. Argentina