Experiencias que nos inspiran.

Profesora: Graciela Potente
Aprender…Enseñar…Una constante en mi vida que recuerdo comenzó con mi educación formal. Amaba ir al colegio para aprender, pero era mucho mayor el disfrute cuando mis compañeros me pedían que les explicara algo que no habían entendido. Mi casa se convirtió en el lugar de reunión para dilucidar los temas difíciles y yo era inmensamente feliz ayudando a mis compañeros. Cuando en quinto año hice un test de orientación vocacional me dijeron que estaba capacitada para seguir lo que quisiera; entonces yo me planteé que lo que quisiera no me iba a servir si no podía transmitirlo y fue ahí cuando descubrí mi vocación: yo tenía que enseñar, lo que fuera, pero enseñar.
Lo mío son los idiomas, pero no tan sólo como sonidos o caligrafías distintas, sino como lenguajes que sirven para hermanar, compartir, disentir, ayudar y transmitir emociones, conocimientos y cuánto se nos ocurra.
Por sobre todos los lenguajes existe uno universal que es el del respeto y el amor; esa es la primera lección. Luego le sigue saber que para poder enseñar todos los días debemos de aprender algo nosotros, quienes enseñamos.
Empecé mi profesorado Mar del Plata en plena guerra de Malvinas… ¡Y yo en el profesorado de Inglés!
Cuando creí que me estaba comiendo al mundo, en ese mismo año quedo cuadripléjica por el Síndrome de Guillen Barre…Y fue ahí donde me tocó aprender. Aprendí a tener paciencia, a ver sufrir a mis padres, a ver la solidaridad en el otro y a amar a esta ciudad de La Plata que me devolvió a la vida, porque aquí estaba internada.
Con muchos altibajos mi vocación siguió firme. Hace dieciséis años que trabajo en una escuela y ocho en otra y sigo enseñando que el idioma nos sirve para hermanarnos, aprender de otras culturas y enseñar la nuestra, siempre sabiendo que compartimos ese lenguaje común del amor y el respeto.
¨Siempre la vida será para mí, aprender para enseñar, enseñar y aprender unos de otros.¨

Graciela