Hablamos de una escuela inclusiva que acepta las diferencias y potencia a los estudiantes para expresarse con total libertad, si sólo damos clases magistrales destinando gran parte del tiempo a justificar los motivos por los cuales debemos enseñarles a pensar.

Ahora bien, ¿qué sucede entre los adultos que predican con la palabra lo que no sostienen con los hechos? 

¿Por qué cuando queremos expresarnos los que pensamos diferente, debemos hacerlo en voz baja?

Acaso, ¿no depende de nosotros educar a los jóvenes para que acepten las diferencias, crezcan y se desarrollen como sujetos críticos, autónomos y reflexivos? 

Todo esto suena muy bien, es justo lo que la sociedad necesita escuchar de los docentes, es precisamente lo que el gobierno expresa en sus discursos, pero obviamente todo esto queda ahí, suspendido en frases teóricas.

Es triste tener que reconocer que en realidad no estamos habilitados para expresarnos cuando pensamos diferente, que aquello que debemos enseñar es un sueño que ni siquiera nosotros, poniendo la mejor voluntad como docentes, podemos cumplir. 

Ya son muchas las historias que escuchamos sobre docentes que por pensar diferente, por hacerse escuchar o simplemente por no repetir mecánicamente lo que ¨ellos¨ quieren que digan, pasaron a ser víctimas de persecución laboral y amenazas. 

Esto sucede porque somos empleados del Estado y debemos mantenernos apolíticos, con un perfil bajo y tener mucho cuidado con lo que decimos para que ningún padre de ningún alumno se ofenda y nos denuncie. 

Debemos auto silenciarnos en los pasillos de la escuela para que ningún colega o superior nos tire de las orejas por estar haciendo “política partidista” en un lugar prohibido, para nosotros -ya 

que ¨ellos¨ se la pasan todo el día adoctrinando con sus teorías sobre falsa justicia social- 

Debemos evitar que una simple conversación termine siendo motivo para una investigación o amenaza de sumario.

Hasta ahí seguimos haciendo lo que ¨ellos¨ nos dicen, porque somos diferentes, respetuosos y sabemos que nosotros no haríamos lo mismo. 

Pero claro, como uno es un empleado del Estado, debe guardar una postura impecable dentro y fuera de la escuela; eso implica que no podamos expresarnos en las redes sociales, ni que nos vean vinculados a espacios que estén fuera de lo que ¨ellos ¨controlan, porque también siguen las amenazas y las persecuciones… 

Entonces, la libertad de expresión está encerrada… 

Y sí, lamentablemente en este momento son muchos los docentes que bajan la cabeza y prefieren callar, o dejar de defender su ideología  dista de la que se impone. 

Son muchos los colegas que tienen miedo a las represalias y eligen quedarse inmóviles sin hacer olas, pues el miedo que siembran “ellos” impacta en los docentes de hoy, pero fundamentalmente destruye la educación del mañana.  

Nada esperanzador para nosotros los docentes, tampoco para los estudiantes. Se impone el silencio aunque esto sea una bomba de tiempo.