Nos faltan miradas, silencios, contactos, el “ya va a pasar” mientras se acariciaba una cabecita, nos faltan los abrazos, los besos al inicio de la jornada, la sonrisa de “hice la tarea pero me la olvidé”, el correteo por las galerías, los enojos, los pedidos…

Les faltan los amigos, los compañeros y cómplices de alguna travesura, los abrazos de los docentes cuando algo no salía del todo bien, la escucha con esa mirada de comprensión, la copia de las actividades en el recreo, el momento de compartir el almuerzo con “ese” mejor amigo/a, el reto de la portera porque se tiró un papel en el patio, el timbre del recreo…

Se podría seguir enunciando tanto, tanto… el inicio de la jornada con el izamiento de la bandera, el ingreso al aula, la primera hora y la última de clase, el acto por alguna efemérides, el momento de la sala de profes o maestros, todo en contacto con el otro, en comunidad…

Hoy, a casi 100 días de este aislamiento social preventivo y obligatorio, las necesidades resultan ser muy distintas que al inicio de esta pandemia. Ya no es tan importante el cumplimiento de las tareas de nuestras propuestas de continuidad pedagógica. Hoy es más valioso y urgente el pensar cómo sigo creando vínculos cuando los chicos están aburridos, abrumados, extrañando, sintiendo de una manera tan ilógica para la niñez y/o adolescencia.

Nadie se imaginaba que esta locura iba a durar tanto tiempo. Nosotros, los adultos, tampoco estábamos preparados para esto, pero aprendimos y tratamos de sobrellevarlo de la mejor manera posible porque quizás tengamos ciertas herramientas que la misma vida nos ha ido brindando. Pero con los chicos, la historia es otra…

Y no hay receta mágica. En el contexto áulico sólo con mirar podíamos vislumbrar todo lo que ocurría en el aula. Podíamos ver cada carita y saber cómo se sentían. Eso hoy nos falta. La pantalla, cuando existe, no me brinda el calor del contacto real. Estamos conectados, sí, en el mejor de los casos, lo estamos, pero pareciera que falta lo humano.

Cómo creamos vínculos… cómo me acerco… quizás tengamos que, como he dicho alguna vez, cruzar la calle y re – mirarnos, a todos, re – pensarnos.

Generar un espacio agradable en el que los alumnos tengan ganas de participar. Ellos saben que no son calificados, saben que no tomamos asistencia, entonces, cuál sería la obligación de participar en una clase dejando de hacer lo que me gusta o hacer nada y, peor aún, si saben que las actividades luego las pueden resolver desde algún sitio de internet (copio – pego) o se las pueden pedir a un compañero obteniendo la misma devolución.

Hay tanto para pensar: el tipo de propuestas que les doy para resolver, el clima virtual que logro con ellos, las dudas que puedo generar a través del conocimiento, las posibilidades de participar en esa construcción y que no sean meros receptores de la palabra del docente. Podríamos pensar en clave de interrogación: Y si desayunamos o festejamos un cumple, si leemos una obra de teatro y hacemos teatro leído con algún elemento personificándonos sin caer en la resolución de “cuál es el conflicto de los personajes”, si jugamos con el conocimiento, y si el problema matemático se resuelve con la economía de la hogar, o la biología se ve en una maceta o en los insectos del jardín, pero siempre desde la practicidad del contenido, desde la puesta en juego del conocimiento, sino terminamos donde empezamos. Donde estábamos antes del COVID-19.

Crear vínculos no es llamar por teléfono para notificar a la familia y/o alumno que no ha entregado el trabajo, que se lo voy a enviar por mail o se lo voy a hacer llegar. Crear vínculos es entender qué pasó que no se resolvió, que no participó del chat, pero, con cuidado, primero deberé analizar mi propuesta para reconocer qué tan significativa habrá sido para que sea o no resuelta. Es que hay tantas propuestas como alumnos, quiero decir: tenemos los alumnos que van a realizar todo lo que propongamos porque no cuestionan y esto no quiere decir que sean excelentes _aunque este es el discurso que circula “me entregó todo, es excelente”_ porque en realidad, si nos basamos en aquellos que sin cuestionar hacen y entregan y aprenden y repiten la lección: ¿QUÉ EDUCACIÓN QUEREMOS?

Lo que nos está faltando es crear puentes, vínculos, acercarme al otro y entender la realidad de cada uno, hacer visible la humanidad que nos caracteriza, convertirnos en personas reflexivas dándonos el permiso de equivocarnos. No hay solución mágica. Sí hay posibles, hay caminos que pueden generar la motivación, la iniciativa de querer aprender, de cuestionar, de querer aprender con el otro, de hacer posible un aprendizaje real y productivo, un aprendizaje significativo.

Este es un tiempo de cambios, que nos ha afectado en todos los aspectos de nuestra vida, aprovechemos la oportunidad que nos está brindando dentro de todo lo negativo que nos rodea, de romper con las estructuras con las que veníamos, de saltar a la otra vereda. Hay otros caminos. Revisemos nuestras prácticas, nuestras metodologías, nuestras propuestas, el contacto, los vínculos que creamos, el cuánto conocemos a nuestros alumnos. No nos quedemos sólo con aquellos que siempre responden, miremos a los que no están, a los “ausentes”. Pensemos qué educación queremos. Respondamos a todo lo que nos está faltando.

No es fácil.

No es imposible.

Laura Sinisi
Profesora de
lengua y literatura.
ISFD N°16 – Saladillo – Buenos Aires. Argentina