Relato de una docente:

Estamos acostumbrados a vivir corriendo: se nos hace tarde para llegar a… no llegamos a
entregar las planificaciones anuales… tenemos la reunión de padres y no elaboré los
informes… cierre de trimestre… la planificación diaria… la exposición de los trabajos… los
proyectos… mi familia (soy madre de dos adolescentes: 3° y 6° año de la secundaria). Hoy,
esta pandemia, nos hace seguir corriendo. Nos despertó un día y le puso un poco más de
vigorosidad a nuestra rutina. Rutina que desapareció para convertirse en otra y dejarnos en
casa pensando en una escuela que debe funcionar, en un ciclo lectivo que se tiene que llevar a
cabo y en los contenidos que nuestros alumnos deben aprender. Seguimos corriendo: esas
frases que escucho por ahí y que dicen “esta pandemia nos enseñará a vivir de otra manera”,
“aprenderemos a disfrutar el tiempo en familia”, etc. creo que en los docentes no se estarían
visualizando. Y esto no sólo nos ocurre a nosotros, esto seguramente sucede con varios
actores de la sociedad encargados de hacer que esto siga girando. Que el mundo se siga
moviendo.
Hoy la escuela sigue “abierta,” funcionando de una manera distinta. La vorágine con que nos
sorprendió este virus hizo que pensáramos cómo íbamos a enseñar: en un primer momento,
era pensar propuestas para quince días, aunque todos sabíamos que esto iba a durar un poco
más, y se hizo lo que se pudo. Pensamos en el diagnóstico áulico perfecto no iba a ser
demasiado difícil: algunas actividades sobre lo que se suponía que mis alumnos deberían saber
(vale aclarar que en la mayoría de los casos y con suerte, apenas conocimos a los estudiantes).
Luego esas tareas se corregirían en clase: las propuestas cerraban. Pero no se pensó que si
no se volvía al aula, esas tareas, ¿para qué servirían? ¿Cómo se iba a realizar la corrección y la
devolución de las mismas? Sí, nos fueron útiles para conocer a los grupos, pero nos
paralizamos cuando la exigencia de nuevas tareas nos acortaba el tiempo, cuando nos
enfrentamos a la necesidad urgente de conocer los medios tecnológicos necesarios para llegar
a cada familia, a cada alumno, cada medio para generar de alguna manera el “feedback” que
sucede en el aula.
Aquí se ponen en juego nuevas variantes, ya no es sólo el desconocimiento de los
estudiantes, ahora nos ahogamos pensar que a muchos de nuestros chicos les falta el soporte
tecnológico para acceder a la plataforma de la escuela (en el mejor de los casos) o descargar
los archivos que cada docente pretende que se lean, que en muchos casos el acceso a la
conectividad es muy poca o nula, que en muchos casos las familias son numerosas y es difícil
aprender en esos contextos, que en muchas familias lo primordial es pensar cómo alimentar a
sus hijos…
Y nosotros seguimos planificando, respondiendo a la difícil tarea de cumplir… pero no
olvidemos que a los docentes también nos pasan algunas “cosas”: a veces no tenemos
Internet, a veces compartimos un solo medio tecnológico con nuestros hijos que también
están aprendiendo, a veces no tenemos horarios para ponerle fin a nuestro día laboral y las
consultas llegan aún los fines de semana.
El sentido de la enseñanza. El sentido de nuestro rol. El sentido de que somos personas que
también sufrimos la pandemia. Y entre todo esto, seguimos planificando…. Hagamos una
pausa: por nosotros, por nuestros estudiantes y reflexionemos sobre lo que estamos haciendo

y revaloricemos lo que se supone debería ser fundamental para que nuestra profesión tenga el
sentido que merece.

Sugerencias e interrogantes que vengo escuchando y planteándome hacia adentro:
 Se está revalorizando el rol docente desde lo vincular y desde lo emocional, por sobre
lo académico?
Creo que en la mayoría de los casos no está funcionando. Siempre dijimos que el rol
docente es fundamental para pensarnos en relación con el otro, desde lo social, de lo
contrario, los alumnos podrían aprender desde el Google o donde fuera… pues hoy me
suena que en muchos casos es lo que está ocurriendo.
 Los alumnos aprenden todos al mismo tiempo y de la misma forma?
Esto sabemos que no es así. No lo es dentro del aula, mucho menos lo es ahora, donde las
condiciones de aprendizaje de nuestros estudiantes es completamente diferente a lo
“normal”: aprenden mientras alguien cocina, al mismo tiempo que un hermano pregunta
por su tarea, mientras se piensa a través de qué medio enviar la tarea cuando se
terminaron los datos… Los chicos no tienen los mismos tiempos, entonces qué tal si nos
tomamos un tiempo para frenar y repensar. Por ejemplo: qué tiempo existe entre las
devoluciones que realizo de las actividades entregadas y las nuevas propuestas? Están esas
propuestas pensadas de manera diferente para cada alumno, retomando con algunos lo
que no se aprendió o reforzando aquello que está “flojito”? Tengo en cuenta mis
propósitos generales a la hora de seguir pensando en las propuestas pedagógicas?
 El trabajo en equipo entre docentes?
Esta es Una pregunta casi retórica. Y es tan amplia para responder…. Lo importante sería
que se volviera casi una necesidad el trabajar con otros, por curso, por departamento; el
ponernos de acuerdo en base a lineamientos básicos comunes, el pensar juntos las
realidades de los alumnos, en nuestras propuestas, en nuestros objetivos, en nuestro
quehacer cotidiano…
 “Necesito evaluar”
Esto es una afirmación, no suena como pregunta en ninguno de los sitios que recorro. Ahora
bien, de esta afirmación se desprenden varios interrogantes que deberían generar algún tipo
de reflexión:
_ ¿Qué es evaluar?
_ ¿Qué concepto de evaluación es la que guía mis propuestas?
_ ¿Tengo presente la realidad de cada alumno/familia, desde lo individual hasta los social?
_ ¿La evaluación formativa o la sumativa resulta mejor?
_ ¿Debo evaluar? Si realicé las devoluciones y existió un espacio de intercambio con los
alumnos individual o grupal ¿no considero esto como parte del proceso de
retroalimentación que me sirve para repensar mis propuestas y la apropiación de los
aprendizajes por parte de mis alumnos?

 ¿Y mi planificación anual?
En este pregunta debo considerar lo más importante: se coloca lo académico por sobre la
realidad que se está viviendo? ¿Tengo en cuenta que es más importante impartir y desarrollar
habilidades/capacidades que contenidos? ¿Qué tal si priorizamos aquello que se conoce, se
afianza, para luego de a poco incorporar algún contenido nuevo? ¿Qué sentido tiene
incorporar semana tras semanas, o cada quince días, contenidos a nuestras propuestas sin
antes repensar en el proceso mismo? ¿Estoy seguro que si doy 40 ejercicios los alumnos los
realizan? Aquí vale la frase que escuché por ahí: MENOS ES MÁS.

Repensémonos, otorguémonos un tiempo para mirar, analizar, evaluar nuestro trayecto.
Trabajemos codo a codo con nuestros pares. Frenemos!!!!

REPENSARNOS COMO ESCUELA QUE SIGUE FUNCIONANDO PERO EN OTRO CONTEXTO

Laura Sinisi 
Profesora de lengua y literatura.
ISFD N°16 – Saladillo – Buenos Aires. Argentina